Sobre la ética periodística III

por Viviana Maldonado
La vida es sueño

En su disertación "Los códigos de la utopía" durante la conferencia inaugural del Congreso Nacional de Etica Periodística de 2006 en Buenos Aires, Javier Darío Restrepo, experto en ética periodística y ombudsman del diario "El colombiano", se refirió a la etimología de la palabra utopía, formada por el prefijo"u" (fuera de) y el sustantivo "topós" (lugar). "La ética, amigos, hay que repetirlo,es una utopía" señaló el maestro de la fundación Nuevo Periodismo. El ideal, lo que nunca puede alcanzarse, es la brújula que orienta toda construcción de sentido humana.

La necesidad de forjar una nueva conciencia movió a los profesionales fundadores de Fopea a elaborar el código de ética periodística para sus miembros como resultado de reuniones y congresos varios y por eso Restrepo pensó que "Hacer un código ético es desplegar las velas para que los vientos de lo posible nos arrastren hacia la utopía." Esta reflexión estuvo acompañada de referencias a la realización de esos ideales.
Para indagar acerca del efecto del compromiso individual sobre la sociedad, sirve el ejemplo del príncipe Hamlet, quien percibe el destino injusto de su padre en los conflictos sociales y exclama "Algo está podrido en Dinamarca." Hablar de la conexión entre los desórdenes personales y su repercución social, lleva por un lado a comparar la mirada cosmogónica de la contemporaneidad de Shakespeare y la mirada ecologista actual.
Para el príncipe Hamlet la falta cometida por uno afectaba la integridad de todos. Cuando en la actualidad se habla de ecología remite a los biomas alterados, a los procesos físicos y químicos en los que actúa el hombre al manipular la naturaleza. Pero esa manipulación de los procesos biológicos incluye los procesos intelectuales en los que la razón y la voluntad humanas intervienen. Parece la gente estar dispuesta a defender ballenas, pingüinos y otras especies animales o vegetales en peligro, sin tomar en cuenta que sin las personas la que desaparece de muchas formas, es la humanidad. La falta de conexión con la ecología social ha vuelto al periodismo un proceso indiferente y de objetivos consumistas, y ahoga la necesidad de honestidad del hombre.

La iniciativa de Fopea permite reflexionar sobre la misión del periodista, siempre un comunicador y por esto portador de valores, ideología y conducta. Es verdad que uno sólo no cambiará el mundo. Pero cuando uno sólo olvida la función y responsabilidad de su tarea, seguramente restará dignidad al compromiso con la verdad de los otros.
Volviendo a la literatura, los dramaturgos españoles y griegos de los períodos clásicos conducían al público al reconocimiento del error y a la superación moral. Tenían la convicción de que las historias que contaban debían servir para crear conciencia, para señalar el camino. Es cierto que el perdón no formaba parte del primer ciclo trágico griego, concepto que llegará sólo con el cristianismo, no así con los españoles, que tendían a veces a encontrar el camino del castigo y la reparación posterior.
Los ideales de los trágicos griegos ponían por encima la areté, o virtud y rechazaban toda cuestión de la intimidad en el escenario. Por eso la muerte y el nacimiento no ocurrían en escena. Había una marcada barrera entre lo público y lo privado; entre el bien común y la responsabilidad individual y social. Toda expresión de desmesura era rechazada, considerada como promotora de grandes males. Tan es así, que la Ilíada comienza diciendo "Canta Oh, diosa, la cólera del Pelida Aquileo, cólera que ha provocado funestos males en el Ponto", señalando los peligros del descontrol. Los poetas y dramaturgos griegos clásicos tenían la misión de formar opinión, eran los comunicadores voluntarios de los valores deseables, de la Paideia, que era su corpus ético.
Otra de las conclusiones enfáticas del congreso fue la necesidad de promover la capacitación para los periodistas de todo el país: el punto de vista del observador aumenta con el desarrollo intelectual. Y por supuesto, la carencia intelectual, como nadie puede dar lo que no tiene, multiplicará y compartirá con su lectores tanto su compromiso con la verdad como su ignorancia.
Restrepo alentó a la reflexión sobre los lemas fundacionales de los grandes diarios nacionales, en un intento de promover el rescate de los objetivos primeros con los que se inauguraron las empresas periodísticas que hoy se conservan. Es verdad que mucho se tendrá que ver para dentro, porque ese es el punto de partida. No para avergonzarse de la pobre humanidad, sino para comprometerse con el sueño de la equidad.
Nada puede construirse sin la verdad, y esa es una tarea ardua y premisa básica del periodismo. Puede responderse entonces, que a pesar del deterioro social, el sueño puede hacerse realidad. Y lo que es más importante, puede contagiarse.
No hay que olvidar que la ética es una utopía, al decir de Restrepo, un ideal, y los ideales son como los horizontes: nunca se los alcanza pero sirven para caminar.

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