Sobre la ética periodística I

  • por Viviana Maldonado
    El huevo y la gallina

    "La ética no se puede inyectar si no forma parte de cada ser humano, de cada periodista. Si éste es un corrupto, por más código de ética que exista, la va a vulnerar." Esto dijo Daniel Muchnik, periodista económico del diario Clarín, miembro de FOPEA en el marco del encuentro del 29 de agosto de 2006 organizado por UCES y FOPEA.

    ¿Se puede encarar la patriada partiendo de esta premisa?

    Empezar por la lingüística suele alumbrar el camino. Ética proviene de un vocablo griego "ethos", que alude a lo que está detrás de la conducta: la noción del bien y del mal. El término latino moral ( de mos, mores: costumbre) es el lado visible de la ética. Se está, entonces, frente a lo manifiesto al hablar de moral, que es el resultado de una mirada del mundo, (la ética), de una cultura, de una noción, de lo que una sociedad recorta como lo bueno y lo malo y vive en su imaginario como lo permitido y lo prohibido.
    Por otra parte, el intento de regular, de dictar leyes y códigos normativos obedece a la necesidad de poner un freno a lo que ocurre pragmáticamente. Por ejemplo: no es necesario regular la libertad de volar con sus propias alas a los humanos, dado que éstos, como indica Perogrullo, carecen de tales adaptaciones propias para desafiar la ley de gravedad, y a Ícaro le fue muy mal con sus adminículos de cera. Dicho de otro modo: no se prohíbe lo que no se hace. Por lo tanto, todas las denuncias, reflexiones y análisis sobre la praxis periodística se sustentan en lo que pasa efectivamente.
    Desde otro lugar, el periodismo como función social ha derivado en una extensión y ambigüedad tan compleja que se hace imprescindible regular el desempeño profesional, formar a quienes ejercen o van a ejercer esta profesión y repensar el lugar de la tarea. El desmadre es tal que hay que revisar los supuestos básicos de la actividad. El problema atraviesa al hombre en su totalidad, en este caso al argentino y a la sociedad (la Argentina) que construye a ese hombre-argentino-periodista. Y no hay que hablar de oficio, porque hoy a las nuevas generaciones no se las puede largar al ruedo sin formación profesional. Ahí se empieza a construir el oficio. Y la confusión es tal que la globalización del consumo barre con las premisas más básicas, y los más jóvenes muchas veces ignoran que no se es periodista para ser o hacerse rico y/o famoso.
    Y si no fuera así ¡cómo es posible que se deba insistir en que el periodista debe comunicar la verdad! ¿No se trataba de lo obvio en la labor de informar? Una vez en un seminario sobre la construcción de la realidad en los medios dictado por el doctor Roberto Aparici, presidente de la UNED*, se le preguntó cuál era el lugar de la verdad. "La verdad", respondió, "es asunto de la filosofía". Por tanto ¿qué realidad construye la agenda periodística? ¿Y la verdad?

    El relativismo vulgarizado, dio por tierra con la noción de la percepción objetiva de la verdad. ¿Qué dijo Einstein en su planteo general de la ley? "Todo es relativo al punto de vista del observador". He aquí la base del conflicto. El lugar desde donde uno se detiene a mirar determina la visión del objeto. Las propias capacidades físicas, psíquicas, sociales y coyunturales, determinarán la "verdad" percibida sobre el asunto. Ésa es la diferencia entre una narración ingenua y una profesional. El recorte realizado por los medios generan una lectura de la realidad en la audiencia. Y aún así, ¿cuál es el contexto ético del periodista? El contexto fáctico personal está determinado por lo menos por un par de variables a tomar en cuenta: la empresa empleadora y sus circunstancias personales. Ya se ha dicho hasta el cliché que no hay libertad de prensa sino de empresa. En cuanto a las necesidades personales ¿es posible pedir heroicidad a un periodista? ¿Debe el hombre-periodista superar éticamente a los hombres-empresarios? ¿De qué sociedad emergen los empresarios y los periodistas corruptos? Y si todo es relativo al punto de vista del observador entonces ¿vale todo?

    En la Argentina hubo un presidente que sin ruborizarse explicó la diferencia entre su campaña y la práctica concreta de su función ejecutiva "Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me hubieran votado" dijo con total impunidad, y la sociedad no sólo no reaccionó frente al cinismo sino que lo volvió a elegir una vez más, y otra, aunque se retirara antes de la segunda vuelta. Otro político dijo que si dejaban de robar por un tiempo se arreglaba el país. Otro dijo "robo para la corona". Y los políticos deciden publicidades oficiales y acuerdan con los empresarios de la información. Hasta ahora nada desconocido.

    Entonces, parece que esta sociedad necesita mirarse sin tapujos. Una sociedad del "como sí" que finge educar y sólo retiene alumnos en la escuela porque es más barata que la cárcel. Un discurso que finge valorar la vida, pero captura audiencia mostrando sin opciones la indignidad del hambre. Un medio social donde se resuelve la pobreza eliminando pobres y se atosiga morbosamente la primera plana mostrando la muerte de vidas violentadas por la miseria. Se sirve el desayuno frío de accidentes truculentos y crímenes escabrosos. Se valora el zafar de cualquier modo por falta de mérito, sin aclarar que no es prueba de inocencia. El público se acostumbró a consumir apariencias, cuerpos rehechos, vidas falsificadas. Se toleran todas las formas de fraude electoral, también las nuevas modalidades englobadas en el neologismo borocotizar.
    Los ideales medievales del Bien, la Verdad y la Belleza, son reemplazados hoy por las nuevas tres b: bueno minúscula y en interés propio, bonito en apariencia, y barato, muy barato. Esta sociedad no puede decirse a sí misma honesta.

    De paso,y volviendo a la lingüística, honesto significa verdadero, la misma raíz tienen honor y honra. Una cuestión interesante, aporta el conflicto literario del Mío Cid, acusado falsamente de quedarse con parte de la recompensa del Rey, por lo cual es deshonrado con el destierro. El honor (valoración propia) es lo que no había perdido el Cid y la honra (imagen pública) es lo que intenta recuperar. Honor y honra corresponden a los aspectos privado y público respectivamente. Explico. Se puede padecer la deshonra (humillación pública, lo que llamaríamos pérdida del "buen nombre") sin perder el honor (no traicionar las convicciones).

    ¿Qué defendería Ud.? No vale mentir, sea honesto (total, nadie lo escucha!).
    *Universidad nacional de educación a Distancia (España)

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